Crónicas del coronavirus 5. Haciendo Historia.
Milena Gobbo
Mi suegro y mi abuela me hablaban muchas veces de la guerra. La Guerra Civil Española y la 2ª Guerra mundial, que mi suegro vivió las dos. Y ambos coincidían en considerar que las guerras, todas las guerras, eran absurdas y trágicas. No importaba en qué bando estuvieras ni la razón por la que comenzaron. Vivir la Historia siempre me ha parecido algo poco deseable. Parece que todo aquello que algún día pasará a la Historia conlleve grandes pesares y poca felicidad. Incluso los personajes que pasan a la Historia son claramente menos felices desde mi punto de vista. No quiero pasar a la Historia. No quiero vivir la Historia. Solo me interesan las pequeñas historias. Las que no dejan huella en los libros.
Pero, me guste o no, me está tocando vivir la Historia. Porque este momento entrará en ella, como suele ocurrir con los momentos desagradables. Con aquellos que querríamos que no hubieran ocurrido nunca. Precisamente por eso, quiero pensar que son momentos excepcionales. Que lo normal (lo más frecuente) es lo contrario. Y como es lo más frecuente volveré a vivir la vida normal. Optimista, ya me conocéis.
¿Cómo relatarán los libros de Historia en el futuro todo lo que está pasando? Me encantaría vivir lo suficiente como para ver qué es lo que les enseñan a mis nietos o tataranietos sobre esto. Rastrear la Verdad en el exceso de información falsa y verdadera que circula en este momento por todo el mundo será muy difícil.Tan difícil o más que cuando se intenta encontrar la Verdad sobre hechos del pasado de los que tenemos poca o ninguna documentación. No me gusta hacer Historia. Pero así es como, de la mano de los dibujos de Eva, veo yo esta historia.
Creciendo
No lo vimos venir. Seamos honestos. La mayoría no lo vimos venir. Lo vimos de lejos y pensamos que era insignificante, porque en la distancia las cosas se ven pequeñas y poco peligrosas. Parece que son cosas que les pasan a otros. A nosotros no. “Nosotros tenemos un sistema de salud estupendo”. “No puede ser tan malo como lo pintan”. “Ya estamos como siempre con las catástrofes”. De tanto decir que venía el lobo, pues dejamos de creer que el lobo podía llegar a venir. Pero, según pasaba el tiempo, vimos que el bicho crecía. Se hacía grande. Y empezaba a dar miedo. Y el ritmo en que crecía era vertiginoso.
El rey
Cuando el virus llegó hizo honor a su nombre y se hizo el rey. Se colocó su corona y se infló como un globo y sobrevoló todo el mundo. Y nos llevó con él. Nos arrastró a su espalda y, paradójicamente, no fuimos nosotros quienes lo transportamos a él, sino él el que nos aisló a unos de otros, cada uno en su casa, separándonos de la realidad. Fue él el dueño y soberano de nuestras vidas, y nos llevó por donde quiso, con rumbo incierto.
(Dentro de mí, confío y espero, que, como todos los globos, tarde o temprano, pierda gas y se desinfle).
Lucha de titanes
Una vez que el virus llegó para quedarse, vino la lucha. Perdón. Las luchas. Porque hay muchas batallas que se están haciendo a la vez. La obvia: La de cada uno de nosotros contra este diminuto virus que se empeña en diezmarnos. Pero también muchas otras. La lucha (absurda, absurda guerra) entre los partidos políticos para buscar culpables, para señalar con el dedo y volver las emociones de todos contra todos. La de los territorios (absurda, absurda guerra). La de los distintos profesionales (absurda, absurda guerra). Sin darnos cuenta de que todas las guerras son fratricidas. Que en todas las guerras los que morimos somos nosotros mismos. Todos perdemos.
Azar
La Historia tendrá que reconocer que, pese a toda nuestra ciencia y nuestra tecnología, no supimos qué hacer con el virus hasta mucho tiempo después. Decir que lo vamos a vencer una y otra vez no significaba nada. Estamos en sus manos y dependemos del azar. A unos nos trata bien y apenas notamos síntomas. A otros los enferma mucho. A otros los mata. Durante estos meses estamos completamente en manos del azar. Vivir es como tirar un dado y cruzar los dedos para que salga el número que nos favorece. Y eso es lo que la Historia debería contar. No es que lo hagamos bien o mal. Es que no sabemos qué hacer.
Redes sociales
¿Qué contará la Historia? En esas redes que son ahora nuestro espejo, ahí donde todos nos miramos, como Narciso, enamorados de nosotros mismos, la Historia encontrará millones de cosas. Millones de historias. La mayoría maravillosas. Pero también, por desgracia, muchas mentiras. Millones de mentiras. Y odio, pena, miedo, rabia, humor, amor, errores, aciertos, ideas luminosas, actos de generosidad, ruindades… ¿De todo este maremágnum? ¿Qué contará la Historia?