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Psicóloga, especialista en dolor crónico, enfermedades reumáticas y fibromialgia

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Blog

Blog de Milena Gobbo, psicóloga especialista en dolor y enfermedades reumáticas.

Información, ideas y novedades relacionadas con el dolor crónico, con las enfermedades que lo producen (fibromialgia, artritis reumatoide, cáncer, espondiloartropatías, enfermedad inflamatoria intestinal, etc.) y con los estados emocionales que contribuyen a que se mantenga (depresión, ansiedad, estrés, etc.)

Crónicas del coronavirus 2. Más madera

Milena Gobbo

“¿Te ha gustado?”, le pregunto a Eva, no sin cierta ansiedad por su opinión. “¿Que si me ha gustado?? Estoy llorando...”

Así somos. Así estamos. Los humanos somos emoción pura. Capaces de pensar, decir y hacer todo lo bueno y todo lo malo durante este proceso que llamamos vivir.

Me manda otro montón de dibujos con este mensaje: “Más madera”. Qué apropiado. Justo ahora que, en lugar de finalizar nuestro confinamiento, se endurece, y que todavía esa curva de la que tanto y tantos nos hablan no termina de iniciar su camino descendente. Más madera, sí. Pero ya sabemos que a veces, los golpes sacan facetas a las piedras y las convierten en diamantes. Bien es verdad que no valen todas las piedras, pero algunas brillan ahora más que nunca. Así que no quiero guardar las joyas para mí sola. Ahí voy, por segunda vez, a compartirlas.

Me dice Eva que sus dibujos son abiertos, que, aunque ella tiene cosas en la cabeza cuando los dibuja, es más interesante que el observador sea quien haga su propia interpretación de lo que ve. Así que no sé si mis textos reflejaran con exactitud su punto de vista e invito a cualquiera que lea esto a que deje volar también su imaginación. Estas crónicas cada uno las vive a su manera. Lo que sigue, es sólo mi propia interpretación. La visión de Milena de los dibujos de Eva.

1. La presión del tiempo

El virus sigue jugando su juego macabro. Hace juegos de prestidigitación con nosotros a velocidad vertiginosa. Lo ves. Ya no lo ves. Y el tiempo presiona inexorable a nuestro sistema de salud, se le viene encima. La sanidad hace equilibrios y aguanta la presión. Cabeza en alto, mantiene el pulso al tiempo con ganas de ganar, sin dejar de mirar ese virus que rueda velozmente de mano en mano.

2. Congreso

No queda más remedio. No se puede sujetar este virus sólo con lavarse las manos. Los políticos no pueden “lavarse las manos”. No se puede jugar con este virus, hay que ponerle la zarpa encima, usar toda la fuerza que nos da el poder, y usarla bien. Qué tarea más difícil. No quisiera ser yo ese león.

3. Tomando medidas

Distancia. Es una palabra que tiene mala prensa. Guardar las distancias es alejarse emocionalmente, es poner barreras. Quién iba a decir que la distancia sería necesaria. Y viene otra vez esa vocecita de psicóloga: “Toma distancia con tus emociones, tú eres tú, independientemente de ellas”. Tomar distancia a veces es bueno. Tomar distancia y tomar medidas. Cómo juegan las palabras en mi mente. Hay que tomar medidas. Muchas. Algunas serán buenas en otras cometeremos errores. ¿Habéis medido alguna vez algo y os habéis equivocado? El estante es más corto de lo que debía, un centímetro marca la diferencia. El vestido más largo ya no favorece igual. Es difícil medir. Y más difícil que las medidas que se tomen satisfagan a todos.

4. Hielo

Se habilitan espacios. IFEMA ya no aloja ferias multitudinarias, congresos, eventos, fiestas y simposios. Aloja enfermos y gente sin hogar. El Palacio de Hielo ya no lo recorren jóvenes y niños que van a patinar, a comprar, al cine, a reír y disfrutar del ocio. Hay que colgar los patines. Nos deslizamos sobre otro hielo inestable y resbaladizo que amenaza con quebrarse bajo nuestros pies… Hay que dejarle un espacio. Y me da frío.

5. Ejército

El lenguaje se ha vuelto belicista. Porque lucha es la palabra con la que describimos ya cualquier situación. Luchamos ahora contra esta enfermedad. Luego lucharemos contra la crisis que aseguran que llegará después. Lucharemos por nuestros derechos en la Unión Europea. Lucharemos por conservar nuestros trabajos. Lucharemos porque desde que nacemos la vida es una sucesión de luchas, victorias y derrotas. Pero hay luchas buenas. Y debo reconocer, que el ejército, con su estructura jerarquizada, su orden, sus rutinas efectivas, en este momento es un estupendo aliado. Siempre es bueno tener al primo de Zumosol de nuestro lado.

6. Pescando

¿Qué se puede pescar en un váter con una máscara de bucear? No mucho. Es como tener las manos en la espalda. Vamos ciegos y sin medios. Veo en los chats de médicos en los que estoy metida el enorme esfuerzo que están haciendo todos. No es sólo una cuestión de sobrecarga. A ello se unen la falta de medios suficientes y, hay que admitirlo, que no sabemos cómo manejar este bicho. Tenemos una fe ilimitada en el sistema sanitario, pero son personas como cualquier otras y no pueden adivinar lo desconocido. Veo sus preguntas entre ellos “¿vosotros qué hacéis cuando…?” “¿habéis probado a…?” “En mi servicio estamos usando … parece que va bien…” ¿Os habéis fijado en que…?”. No es fácil. No. Pero si todos encendemos una vela al final hay mucha luz.

7. Calendario

Pasan los días en el calendario, despacio. Tan despacio que no comprendemos como hasta hace poco repetíamos una y otra vez: “¡se me ha pasado el mes volando!”. Esta consciencia de los días nos atormenta. Y algunos que jamás se asomaron a la ventana envueltos en la rutina de sí mismos ahora exploran nuevas realidades por las rendijas, y a) hacemos deportes impensables, b) descubrimos nuevos tesoros (y no, no me estoy refiriendo al papel higiénico), pero sobre todo c) nos ponemos las gafas de ver las cosas importantes, las que se deben cuidar porque son frágiles, como nuestros mayores.

a) Monopatín

b) Jabón

C) Mayores

Crónicas del coronavirus

Milena Gobbo

Rosa Eva fue la amiga que sorteó conmigo las turbulentas olas de la adolescencia, esa época en que todo se vive con intensidad, y las emociones se desbordan. Los miedos son atroces, las alegrías son felicidad en estado puro, la curiosidad infinita, las dudas nos crecen en el pecho y queremos al mismo tiempo comernos el mundo y huir de él. Yo admiraba a Eva y me gustaba todo de ella. Su aspecto, su familia, su forma de ser, su risa, sus reflexiones. Y siempre me he considerado afortunada por haber podido tenerla de amiga durante aquella época.

A los 18 perdimos el contacto. Mi vida me llevó a la otra punta de Madrid, me mudé tres veces de casa, en la época en que ambas empezábamos la Universidad. No existían ni los teléfonos móviles ni Internet y cada una siguió su camino. Así que durante años no supimos nada la una de la otra. Hasta que, no hace mucho, volvimos a encontrarnos, y como ocurre con las personas de las que has sido amiga de verdad, sentí que era como si nos hubiéramos visto ayer. Nuestra conversación fluía suavemente, sin estridencia, con facilidad pasmosa y auténtica alegría. Me gustó saber que las dos hemos estudiado Psicología. 

Hace poco, también, las compañeras de clase de nuestro colegio iniciaron un grupo de WhatsApp en el que “reencontrarnos” todas virtualmente. Este grupo es una auténtica locura, y a nada que te despistes cuando vas a mirarlo hay más de 300 mensajes. En ese chat hay de todo. Risas y humor. Recuerdos. Quejas. Se comparte arte, canciones, nostalgia, fotos, versos, manualidades, recetas de cocina… vida. Se ha convertido, no me cabe duda, en un gran apoyo mutuo para muchas de sus integrantes. No siempre puedo leer todo lo que ponen y yo aporto muy poco, pero siempre encuentro alguna perla en medio del caos. Ayer al echar un vistazo me quedé impresionada. 

Eva ha estado dibujando sus “Crónicas de Coronavirus”. Una serie de dibujos que ha ido compartiendo en el grupo. Mirándolos mil emociones corren por mis venas. La llamo. Ella no le da importancia (así es ella, con la grandeza de los humildes). “Son apuntes que hago para desahogarme. Sólo los he compartido con vosotras.” Me bullen las ideas y las emociones. Quiero usarlos. Quiero compartirlos. Quiero que todo el mundo los vea. Le pido permiso. Me lo da.

Estas con las Crónicas del Coronavirus. La forma en que un artista plasma las emociones que todos en mayor o menos medida tenemos dentro. Los dibujos son de Eva, los textos que acompañan a cada ilustración, son míos. 

 

MIEDO

1. EL MIEDO

Parodiando a Goya, nuestro nuevo monstruo, el COVID19, entra en escena. Estos virus reconocibles, con sus coronas características se cuelan en nuestra vida por primera vez. El miedo nos acecha, sabemos el peligro, nuestra razón no quiere verlo, escondemos la cabeza. Miedo, miedo, miedo.

VULNERABILIDAD

2. VULNERABILIDAD

De repente nos sentimos vulnerables. Indefensos y desnudos con sólo una pared fina de cristal para protegernos de las bombas que caen sobre nosotros. Frágiles. Impotentes.

SOLIDARIDAD

3. SOLIDARIDAD

Hay que coserse la boca. Sellar la sonrisa, las palabras, los besos. No queremos hacerlo. Pero tenemos que hacerlo. Hay que aprender a vivir silenciosos y distantes. Aprender a sonreír con la mirada, a comunicar con el movimiento, a besarnos en el espacio. Entender que esta vez cosernos la boca no es sinónimo de restarnos la libertad de expresarnos, sino la única manera de expresar la solidaridad. De pensar en el otro. De quererle.

CONFINAMIENTO

4. CONFINAMIENTO

A veces uno no le ve el sentido a lo que ocurre. ¿Es esto lo mejor? ¿de verdad tiene sentido? La palabra angustia, con todas las acepciones que incluye el diccionario de la RAE se comprime en una jaula. Aflicción, congoja, ansiedad, temor opresivo sin causa precisa, aprieto, situación apurada, dolor, sufrimiento, náuseas, estrechez de lugar y de tiempo, sensación de opresión en la caja torácica…  

5. LA CASA SE ME CAE ENCIMA 

Nuestro hogar, nuestro refugio, ese sitio que hemos acondicionado para que nos sirva de remanso de paz y tranquilidad de repente nos pesa sobre la espalda. Porque no es un sitio al que volvemos. Es un sitio del que no podemos salir. La atención como una lupa agiganta las cosas y sentimos el peso de no poder salir de las cuatro pareces. Ya no nos contienen. Nos aplastan.

HIPERVIGILANCIA

6. HIPERVIGILANCIA

Nuestra atención vigila. Se convierte en una lupa que agranda cada tos, cada ola de calor que nos arrebola el rostro, aunque sea por hacer el amor, sentarse al lado de la calefacción, o cocinar, cada molestia, cada suspiro, cada pulsión de la sangre en las sienes. Cualquier síntoma que sería inocuo como un pajarillo se transforma en un buitre esperando a devorarnos. 

NO CRECEN EN LOS ÁRBOLES

7. NO CRECEN EN LOS ÁRBOLES

Tristeza y desesperación. No hay suficientes camas, suficientes sanitarios, suficientes mascarillas, suficientes respiradores, suficientes test de detección, suficientes ambulancias, suficientes tanatorios, suficientes medidas políticas, suficientes recursos económicos, suficiente espacio en el papel para enumerar todo lo que no hay.  Por desgracia, no crecen en los árboles. No.

MI VIA DE ESCAPE

8. ESCAPAR

Al final aprendemos a abrir las paredes. A escapar. Paseamos al perro. Hacemos la compra. Volamos con la imaginación. Abrimos ventanas a la calle y ventanas al espacio digital. Aflojamos la presión. Lo necesitamos.

LOS APLAUSOS

9. LOS APLAUSOS

A las 20:00 hay ruido en la calle. Aplausos. De lado a lado recorre la ciudad el sonido del agradecimiento. Y de su mano (de esas manos) llega el sonido de la vecindad. Los gritos de unión. “Viva Madrid”, “viva España”, “viva el mundo entero”. Llega con ellos la sensación de pertenencia, de no estar solo. “¡Vamos vecinos! ¡Más fuerte!” grita un vozarrón a diario por encima de mi cabeza. No le conozco. No sé quién es. Pero me gusta escucharle. Es algo más que dar las gracias, es sentir que cada uno está dispuesto a aportar lo que pueda. 

LA ESPERANZA 1

LA ESPERANZA 2

10. LA ESPERANZA.

La esperanza se abre camino. De la mano de la ciencia. LA CIENCIA. Con todos sus defectos, con todas sus limitaciones, con sus errores y rectificaciones, pero también con todo su poder, con toda su inteligencia, con todo su valor, se pone en marcha. Sabemos que podemos. Llegará. Vamos. Es cuestión de tiempo. Aguantemos un poco más. La vacuna llegará.

LA ESPERANZA ECHA RAÍCES

11. LA ESPERANZA ECHA RAÍCES

Al final la esperanza echa raíces. Arraiga en nosotros y nos cura. Nos hace florecer. Será ella quien nos mantenga arriba los corazones (y los pulmones).

Sé que este post no se parece en nada a los que habitualmente escribo. No es nada profesional. Pero sentía la necesidad de escribirlo. No estamos en tiempos normales. Así que me permito no escribir un post normal. 

 

Diario del confinamiento. Ana Frank y las fresas.

Milena Gobbo

De adolescente escribí un diario, como tantas otras personas, y fue algo gratificante y que llenó muchos de mis días de entonces. Como gran lectora que fui y sigo siendo, no pude evitar leer el diario más famoso de todos los tiempos, el de Ana Frank. La lectura de aquel diario me viene ahora a la cabeza en estos momentos como ejemplo claro de que un confinamiento no impide seguir viviendo la VIDA, y me permite hacer dos recomendaciones muy sencillas que quizás os ayuden en estos momentos de obligada reclusión.

Aquella chica, cuando empezó a escribir su diario, tenía la misma edad que yo cuando lo leía (13 años), y, pese al abismo que nos separaba, sus penas y sus alegrías, sus preocupaciones, sus dudas, sus pensamientos, no diferían demasiado de los míos. Los encuentros y desencuentros con sus padres y su hermana. El despertar del cuerpo y el espíritu a los primeros amores. La rebeldía contra todo lo que no entendía. La pasión por defender su espacio. Todo me resultaba terriblemente familiar. Y es que Ana, incluso confinada en un lugar cerrado durante más de dos años seguidos, sin poder salir al exterior para nada, era una persona dispuesta a vivir la vida con intensidad

Con frecuencia, cuando hablo con mis pacientes, cito, lo reconozco, de manera muy poco fidedigna, un episodio del diario de Ana Frank. Es una parte en la que el zulo en el que vivían se llenó de fresas. Era primavera y los que les protegían trajeron muchas cajas llenas de fresas. Los confinados se pasaron varios días inundados por esas “bolitas rojas”. Las limpiaban, las cocinaban para hacer mermelada, se metían más fresas en su boca que en los tarros, y en general había fresas por todas partes a las que dar salida en mil modos distintos. Los botes de conserva estallaban por la noche porque no estaban bien cerrados, y ya podéis imaginar el susto que eso les daba, cuando cualquier ruido suponía un riesgo. Las dos familias escondidas se pasaron varios días en ese trajín de fruta, y a pesar del miedo continuo a ser descubiertos, el episodio contado por Ana en el diario rebosa un cierto aroma a felicidad.

Yo trabajo con pacientes que tienen enfermedades crónicas. Dolor. A veces incapacidad. Mis pacientes tienen su propio “confinamiento”. Y mi trabajo es recordarles que no hay murallas más fuertes que las que nosotros mismos nos ponemos. Si dejamos que nuestro discurso interno se centre en “lo que no puedo hacer” corremos el riesgo de no disfrutar de lo que “sí puedo hacer”. Ese es el primer paso para recuperar el poder sobre nuestra vida. Tengo que centrarme en eso que “sí puedo hacer” y tengo que disfrutarlo plenamente. Convertirlo en mi momento de felicidad del día.

Si puedo comer una fresa, debo disfrutar de mi fresa al máximo. Su color, su aroma, su textura, su temperatura, su sabor, su forma. Durante un rato que esa fresa sea todo para mí, mi momento privado de disfrute. Cambiemos “fresa” por cualquier otra cosa accesible en nuestro entorno. Ver nacer una flor en una planta del balcón. Escuchar una canción. Contemplar el rosto de aquellos a quienes amamos, aunque sea en fotografía. Cualquier cosa puede servir, si la “vivimos” con plenitud.

Esa es una de las cosas que nos enseña Ana con su diario. A seguir viviendo, pase lo que pase, de modo profundo y total. No sabemos si nuestra vida será corta o larga. Pero dure lo que dure, vamos a vivirla. Ahora. Con lo que hay. Tal cual. Eso es resiliencia.

Así que estas son las dos recomendaciones que os hago:

  1. Busca tus fresas. Encuentra tus momentos de felicidad cada día. Están ahí, para ti. Sólo tienes que buscarlos.

  2. Y si tienes veleidades literarias, escribe. Quizás tus pensamientos sirvan en el futuro para otras personas que se encuentren en la misma situación que tú. Y, además, la escritura es terapéutica.

Pero eso es otra historia que contaremos en otra ocasión…