Crónicas del coronavirus 4. Decisiones difíciles
Milena Gobbo
No voy a negarlo. Hasta los irreductibles tenemos momentos de debilidad. Días en los que no queremos hacer nada ni hablar con nadie. En los que tirar la toalla y pasar del sofá a la cama y de la cama al sofá parece la más tentadora de las situaciones. No os dejéis engañar por sus cantos de sirena. Esa inactividad es perversa y entristece. Yo llevo dos días amaneciendo triste, y hasta el sol radiante que entra por la ventana, el delicioso olor de la comida que preparo o el aroma de la ropa limpia me parecen insultantes. Como una afrenta. Como si el mundo tuviera necesariamente que ajustarse al cien por cien a ese traje de tristeza. Es una falacia cognitiva (jerga psicológica) y yo lo sé. Así que le cierro el paso a esos pensamientos que en nada ayudan, ni a mí, ni a nadie, y me recuerdo a mí misma quién soy y cuáles son las cosas que me gustan y me importan.
Me siento con los dibujos de Eva y los miro con detalle. Descifrarlos es un desafío consciente. Quiero adivinar lo que su mirada inteligente al mundo ha dejado codificado ahí para que lo resuelva. A lo mejor lo que yo veo no es lo que ella ve. Pero me hace pensar. Y pensar cosas interesantes. Y eso me devuelve a mí misma. Yo no soy una chica que vive en un sofá. Soy una chica fascinada por las maravillosas mentes de las personas inusuales que ha tenido la suerte de encontrar en el camino.
Así que aquí va la cuarta entrega.
1. La brecha. Decisión difícil 1: ¿cómo se reparten los recursos?
Es una lucha no cruenta, pero lucha, al fin y al cabo. Una lucha sin sangre, pero desigual. Con frecuencia se usan términos bélicos para hablar de cómo manejar las situaciones médicas. Y los humanos queremos estar siempre en el bando ganador. Y en esa metafórica guerra se ponen de manifiesto otras menos evidentes, más sutiles, pero igual de presentes y mucho más profundas. Recuerdo esa regla de cuando estudiaba dibujo técnico. La regla transportadora. Servía para pasar de unas escalas de medida a otras. Porque no todos partimos de la misma escala. Y eso genera una brecha importante. Esta situación no es igual para todos, y no sólo por cómo nos afecte el virus.
2. Interdependientes. Decisión difícil 2: ¿dónde acaba mi libertad y empieza la del otro?
Dependemos unos de otros. Si uno sube el otro baja y viceversa. No podemos ya librarnos de esta polea que nos une y equilibra. Si yo no me protejo, contagio; si contagio, no me protejo. Si algo tiene esta situación es que no permite el egoísmo. La mejor manera de proteger es protegernos, y la mejor manera de ser protegidos es proteger al otro. Pero ¿cómo gestionarlo? ¿cómo decidir qué se puede hacer y que no para que nadie se sienta perjudicado?
3. Salto en el tiempo. Decisión difícil 3: ¿El tiempo va hacia atrás o hacia delante?
Esta situación también está desencadenando una especie de ondulación temporal. El confinamiento nos ha reencontrado con nuestro pasado. Hemos mirado fotos, cartas, películas. “¿Cómo estará…? ¡Voy a llamar!”. Hemos dado un salto hacia atrás. Y los días pasan y el tiempo está también en cuarentena. Retenido. Sujeto también él a unas reglas que lo confinan, y lo vuelven elástico. Y quizás, pronto, cuando la realidad que lo sujeta se suelte de nuevo, el tiempo nos lanzará hacia delante de un modo distinto, con fuerza, con energía, catapultados mucho más allá de lo previsto.
4. Colgando de un hilo. Decisión difícil 4: Aprender a decir adiós mientras seguimos sujetando con fuerza nuestro hilo.
Con qué poco a veces se dice tantísimo. ¿Necesito decir algo sobre este dibujo? ¿Alguien no ha sentido en estos días que la vida es frágil y pende de un hilo muy fino?
Esta mañana, como casi todas en las últimas semanas, leía mensajes en las que alguna persona lamentaba el fallecimiento de un ser querido. Lo que vienen después son siempre un montón de mensajes de aliento, mejor o peor redactados, más o menos sentidos. Pero hoy he leído uno que me ha parecido brillante. Marisa le dice a su antigua compañera de clase sólo tres palabras, suficientes para mostrar sus deseos de ánimo y expresar su afecto: “¡Vamos!, Estrella, cariño…”
5. Eurosueño. Decisión difícil 5: ¿Mantener los sueños o dejar que se estrellen en pedazos?
De todos los sueños de los últimos tiempos uno de los que más me ha ilusionado siempre ha sido Europa. Amo los Erasmus, la libre circulación y ese espíritu, que de vez en cuando se vislumbra, de hacer de la diversidad algo que sume y no que enfrente. En momentos como estos debería brillar ese espíritu. Pero no es así. Siento que a mí también, como a esta bandera, se me caen las estrellas.
6. Cambio de rumbo. Decisión difícil 6: Mantener el barco a flote hasta que pase el temporal, aunque perdamos el rumbo.
No quisiera ser quien gobierna. No quisiera ser quien toma decisiones en estas situaciones cambiantes y comprometidas. Vayas en la dirección que vayas parece que te vas a equivocar. Es fácil caer por la cuesta y difícil subirla para cambiar de dirección. Es normal que estando así. No sepas que rumbo tomar, y la parálisis te deje en el centro de la inacción.