Lo más maravilloso de mi trabajo es ver el impacto que tiene en los pacientes. ML tiene esclerodermia, problemas de columna graves con dolor intenso, y varias enfermedades más. Estábamos trabajando desde hacía meses cuando empezó la pandemia, y tuvimos que seguir online durante el confinamiento. ML me dice que pasar el COVID sin lo aprendido en consulta habría sido un calvario. Ella ya sabe cómo frenar el miedo, cómo manejar los pensamientos catastrofistas, cómo darse pequeños placeres y distracciones que la ayuden a manejar el dolor, cómo mantener el cuerpo en movimiento, aunque sea en casa, …”y la tele no la pongo más que media hora, como tú me has dicho, me centro en la información que me afecta, como normas claras a seguir, pero nada de datos sobre casos nuevos o muertes(cambiantes, manipulables difíciles de entender, no me aportan nada), ni de opiniones (que hay tantas como personas)”… “me centro en cómo estoy yo, en realidad, ahora mismo, y en lo que quiero y puedo hacer en este momento, en lo cercano, en mi pareja, en mi red de amigos.., y todo fluye mejor”.
IB tiene lupus. Se lo diagnostican la misma semana que viene a mi consulta por primera vez. Cuando llega está al borde de la desesperación porque este primer brote es tremendo, dolores muy fuertes, sensación de agotamiento total y un miedo terrible, además de la sensación de que “nadie le entiende”. Al día siguiente ingresa por patología cardiaca grave, en pleno brote de COVID, del que también se contagia. Pero esa primera sesión fue crucial, porque se sintió entendido, apoyado, y con una ventana a la esperanza, así que incluso durante el ingreso no pierde el contacto. Por fortuna responde muy bien al tratamiento y el lupus le da una tregua. Al poco tiempo tiene el alta. Estamos confinados, pero trabajamos igual, de manera no presencial, y todas las técnicas que le voy proponiendo las pone en práctica de inmediato. Al llegar el verano doy el alta a una persona con lupus, pero que ha aprendido que eso no es un castigo divino, ni algo que siempre es igual y sólo puede ir a peor. Es sólo una enfermedad, como esa otra del virus maldito, como tantas otras, y que, para poder seguir viviendo, tenemos que empezar por no negarla, por aceptar que está ahí, y a partir de esa aceptación, usar todo aquello que esté a nuestro alcance para adaptarnos a esta nueva situación y seguir viviendo nuestra vida, de la forma más satisfactoria posible.